El Tiempo fuera de Tiempo: El Silencio que Nos Unió
Eras el instante suspendido entre dos respiraciones, el susurro del viento antes de que aprendiera a nombrarse.
No hubo elección, no hubo pensamiento; solo el vértigo de existir dentro de tu órbita, como un planeta que olvida su propia rotación.
Fuiste el eclipse que borró todos los relojes, y yo, ciego de luz, no necesité ver para saber que estaba vivo.
Te vas ahora, o tal vez te fuiste antes, en aquella primera noche donde el «hola» ya llevaba escondido un «adiós». No importa.
Agradezco el silencio con que te marchas —ese mutismo que no es vacío, sino un eco tan denso que aplasta hasta los latidos—. No pregunto por qué.
Las razones son jaulas, y nosotros fuimos pájaros que rompieron los alambres volando sin rumbo.
Contigo, el tiempo se deshizo como azúcar en el café. No hubo bocas hambrientas más que las nuestras, ni otros nombres que gritar en la oscuridad.
El Silencio que Nos Unió: Cuando el Amor es Más que Palabras
Fuiste el espejo que me devolvió una imagen entera, sin grietas, sin pedazos prestados. ¿Era amor? Era algo más antiguo, más salvaje: como encontrar el mar después de arrastrarse por desiertos y descubrir que siempre se llevaba la sal dentro.
Fue la plenitud del que llega sin haber partido, del que bebe el horizonte y ya no necesita caminar. Existir dejó de ser un verbo; fue un latido, una herida abierta por donde se colaba el universo. Y tú, mi cómplice, mi única religión.
Pero sé que no vendrás. Te quedas, aunque digas que es el peso lo que te ata. Mentira. Te aferras a los escombros por miedo a que el cielo sea demasiado grande.
Prefieres la certeza del ayer —aunque te ahogue— a la tempestad del mañana. Lo sé porque también yo he mordido esos ganchos, he confundido las cadenas con abrazos. Pero no te engañes: no es el pasado lo que amas, sino la costumbre de sangrar en el mismo lugar.
Sin embargo, aunque te quedes, aunque elijas el fango sobre el vuelo, recuerda esto: fuiste el paréntesis en que dejé de ser un extraño para mí mismo.
El tiempo que no tuve que pensar. El tiempo que no fue tiempo, sino eternidad mordiendo el borde de los segundos.
Y ahora, cuando la nostalgia intente venderte sueños baratos, mira hacia atrás sin mentirte: aquel universo paralelo existió. Y fue tan real que duele.
© copyright | José Luis Vaquero
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[…] no estaba seguro de entender. O quizás lo entendía demasiado bien. Había algo perverso en la familiaridad del dolor, en cómo uno podía extrañar hasta las heridas cuando estas eran lo único que le recordaba que […]