Soy de quien me sabe leer porque querer lo sabe hacer cualquiera…
En un rincón oscuro de la ciudad, donde las luces apenas llegaban a acariciar las sombras, se encontraba Martina. Una mujer de mirada intensa y labios que susurraban secretos prohibidos. Persiguiendo la luz de la luna, se agazapaba en la penumbra, bebiendo de sus destellos como si fueran el elixir de la vida.
Una noche, en medio de ese juego de luces y sombras, Martina se encontró con Lucas. Un hombre de misterio y mirada penetrante, cuyo aura parecía atraerla como un imán. Desde el primer instante, sintió esos hilos invisibles que la ataban a él, a su infame incordura.
Entre encajes y sedas que cedían al deseo, Martina se dejó llevar por la vorágine de sensaciones que Lucas despertaba en ella. Hambrienta de sus caricias, de las yemas de sus dedos que sutilmente a tacto promovían su irracional locura, se entregó sin reservas a la pasión que los consumía.
Pero lo que comenzó como un juego peligroso, pronto se convirtió en un delito de amor. Martina se sabía suya, enajenada a su impía locura, dejando que se hundiera entre sus muslos, corrompiendo brutalmente los juramentos de negación que ella misma antes se hacia.
Y así, más allá de las palabras y los susurros en la oscuridad, Lucas arremetió sin piedad, explorando sitios paganos y arañando confines prohibidos. Provocando mieles que brotaban de lo más profundo de Martina, convirtiéndola en un oasis para sus labios sedientos de la dulzura de su miel esparciadas en las sabanas.
No había marcha atrás. Entre el cuarto menguante y la fase oscura de la luna, Martina se entregó por completo a Lucas. No había más que esa pasión desenfrenada que los consumía, haciéndolos perderse en un éxtasis de placer y lujuria sin medida.
Y así, en medio de esa noche sin fin, Martina y Lucas se convirtieron en cómplices de sus deseos más oscuros, mas perversos y pendencieros. Se sometieron el uno al otro, dejándose llevar por la fiebre y el delirio que fluía indecente entre ellos.
Al amanecer, Martina y Lucas se encontraron en un abrazo apasionado, con la piel desnuda y las miradas llenas de complicidad. Sabían que lo que habían vivido era un delito de amor, pero también una experiencia inolvidable que los había unido para siempre de una forma única y especial.
Desde entonces, Martina persigue la luz de Lucas en la oscuridad de la noche, sabiendo que él es su destino y su perdición. Y juntos, continúan explorando los límites de su pasión desbordada, sin permiso, inventándose mil maneras de amarse en la clandestinidad de la noche.
Creado por: Jose Luis Vaquero
Delito de amor?
No he leído que estén casados ni que tengan pareja…
Eso es deseo y el deseo no es un delito,es algo irracional que nos empuja a calmar esa sed de sexo que sentimos en un momento dado y si encontramos a una persona que nos seduzca,nos dejamos volar.