Siempre creí que las palabras eran mi refugio, mi arma secreta. Me sumergía en libros, escribía sin parar, y pensaba que había encontrado en ellas todo lo que necesitaba. Pero con el tiempo, me di cuenta de que me había perdido en un laberinto de letras. Me sentía solo, rodeado de mis propias palabras.
Las palabras siempre han sido mi pasión. Me han permitido expresar mis emociones más profundas, explorar nuevas ideas y conectar con otros. Sin embargo, me di cuenta de que el lenguaje puede ser una herramienta poderosa, pero también un arma de doble filo.
A pesar de mi amor por las palabras, a veces me sentía solo en mi mundo de espresión. Me preguntaba si alguien más entendía lo que quería decir o si mis palabras eran solo eco en una percepción vacía.
Y entonces, te encontré a ti. Nuestras conversaciones me hicieron darme cuenta de que las palabras no solo se leen, sino que se comparten. Descubrí que el verdadero poder de las palabras reside en las comunicaciones humanas.
A través de nuestras conversaciones, he podido reconstruir mi identidad. He aprendido a expresar mis pensamientos y sentimientos de una manera más sencilla, más clara, para poder llegar a todo el mundo que las necesito o las quiera escuchar.
Desde luego… Hoy en día, sigo amando las palabras. Pero ya no las veo como un refugio solitario, sino como un puente que me conecta contigo y con los demás. Gracias a ti, he descubierto que las palabras más poderosas son aquellas que se entienden y que se comparten con alguien más.
© copyrigth: Jose Luis Vaquero