No me digas adiós, solo abrázame, te pedí… El cielo rugía con truenos y la lluvia caía a cántaros, creando una atmósfera melancólica que reflejaba el estado de nuestros corazones. Frente a mí, con los ojos empañados y la sonrisa temblorosa, ella pronunció las palabras que me helaron la sangre: “Adiós”, resonando con un eco turbador.
Un nudo se formó en mi garganta y las palabras se negaron a salir. No podía aceptar ese final, no cuando lo que nos unía era tan intenso, tan fuerte, tan vibrante. En un impulso, la tomé de las manos y la miré a los ojos, suplicando con mi mirada que reconsiderara su decisión.
“No me digas adiós, solo abrázame”, le dije con voz apenas audible. Dí solo hasta luego, hasta que nos volvamos a ver… sé que no servirá de consuelo pero lo prefiero antes que pensar que para siempre te perderé.
Su mirada se suavizó y una lágrima recorrió su mejilla. Un silencio incómodo se apoderó de nosotros, roto solo por el repiqueteo de la lluvia al caer. En ese instante, supe que no era un adiós definitivo, sino un hasta luego cargado de esperanza. No era una muerte sino de las emociones un atardecer.
Las semanas siguientes fueron difíciles, la distancia pesaba como una losa sobre nuestros hombros. Sin embargo, cada llamada, cada mensaje, cada videoconferencia era una esperanza para nuestras almas rotas, desgastadas, un recordatorio de que el amor que nos unía era más fuerte que cualquier otra cosa en la vida.
Un día, el sol volvió a brillar y la lluvia se disipó. En un parque lleno de gente y bajo un cielo azul intenso, nos volvimos a ver. La alegría del abrazo fue tan fuerte que pude comprender, sentir, como si el tiempo no hubiera pasado y hoy fuera parte de ayer. Fue el momento de comprender que nuestro amor era como el ave fénix, capaz de resurgir de las cenizas y volar más alto que nunca de nuevo otra vez.
La historia continúa, sin un final previsto, porque el amor verdadero no tiene punto final, es solo un punto y seguido. Un viaje sin destino, un hasta luego controvertido que se renueva con cada encuentro, con cada mirada, con cada palabra, con cada momento. Es una promesa al viento, es un seguir amando, a pesar de la distancia, a pesar del tiempo.
Y así, bajo la lluvia que nos unió, sellamos un compromiso. Nunca más nuestras mentes pensarían, ni nuestras bocas pronunciarían un adiós y firmamos entre los dos este acuerdo: “No me digas adiós, solo abrázame, hasta que nos volvamos a ver” porque el verdadero amor nunca se despide, solo se transforma y se fortalece con el paso del tiempo en más amor.
© derechos de autor | José Luis Vaquero.
El amor verdadero nunca dice adiós, sólo hasta luego,hasta que aclare mis ideas,hasta que salga de éste momento de crisis personal, hasta que salga de éste bucle que me confunde…
Pero no te dejé de amar ni un instante,ahora que todo ha pasado,quiero que estemos juntos otra vez y no nos dejaremos más,no nos diremos adiós,sólo nos abrazaremos sin hablar, sólo sentiremos amor.