Oscura Realidad
No hay lágrima alguna que pueda rescatar aquello que pierdes antes de llorar.
No hay lágrima alguna que pueda rescatar aquello que pierdes antes de llorar.Clara se repetía esa frase mentalmente mientras se sentaba al borde de su cama, sus ojos hinchados de tantas lágrimas derramadas.
Había perdido la cuenta de cuántas veces se había prometido a sí misma que sería la última vez, que jamás volvería a caer en ese abismo que parecía tragarse todo lo bueno que tenía en su vida. Y sin embargo, ahí estaba de nuevo, sumida en la misma oscuridad que tantas veces la había consumido.
Antes de que llegara la noche y sa desde el trabajo, sentía en su interior, esa fuerza que tiraba de ella con una intensidad que a veces la asustaba. Y uando decidia que hoy sería el dia la necesidad de ir al baño no la podia contener incluso varias veces antes de ir a comprar.
La tentación
No era una sensación nueva; la conocía bien. Comenzaba como un cosquilleo en la parte posterior de su mente, una idea que, al principio, era fácil ignorar. Pero con cada hora que pasaba, esa idea crecía, ganando fuerza, hasta que era imposible pensar en otra cosa y la aceptaba sin más.
Ella no siempre había sido así. Había un tiempo en que sus días estaban llenos de luz, de sueños por cumplir y de amor propio. Pero algo cambió. Las presiones de la vida, las expectativas no cumplidas, la forma de entender su vida familar, las heridas emocionales que nunca terminaron de sanar… todo se acumuló hasta que encontró en la adicción un escape, una forma de adormecer el dolor que la perseguía, que la vida le infundia.
El recuerdo: No hay un claro ¿por qué?
La primera vez fue casi por casualidad, un intento por olvidar, de evadirse, de jugar a probar, por sentir algo diferente, cualquier cosa que no fuera la realidad que la aplastaba.
Pero lo que comenzó como un juego, un escape temporal rápidamente se convirtió en una prisión de la que no podía salir ( y a veces no quería salir era como la ilusión de todos los días).
Y con cada caída, con cada vez que cedía a esa voz interior que le decía que solo una vez maás ni se notaría, no haría daño, Clara perdía algo más de sí misma.
Cada mañana después de una recaída, se encontraba con los mismos sentimientos: vergüenza, culpa, desesperación, cansancio mental y abatimiento.
Las sensaciones de culpa
Sabía que cada lágrima que derramaba no podía devolverle lo que había perdido antes de llorar. No podía devolverle las oportunidades desperdiciadas, las relaciones fracturadas, ni la paz interior que tanto anhelaba.
Pero esas lágrimas, aunque impotentes para rescatar lo perdido, eran un recordatorio de su humanidad, de que aún sentía, aún le importaba la vida y su propia realidad.
La lucha no era solo contra la sustancia que la tenía atrapada, sino contra la desesperanza que amenazaba con consumirla por completo día a día.
No hay lágrima alguna que pueda rescatar aquello que pierdes
Cada recaída la hacía sentir más débil, pero también más consciente de la necesidad de seguir luchando. Porque, aunque cada caída dolía, sabía que levantarse después de cada una era su única opción si quería recuperar algo de lo que había perdido, sobretodo el control.
Se levantó lentamente de la cama, mirando su reflejo en el espejo. Lo que vio fue una mujer herida, sí, pero también una mujer que no estaba dispuesta a rendirse.
Sabía que no podía cambiar el pasado, que no podía recuperar todo lo que había perdido antes de llorar. Pero también sabía que, mientras siguiera luchando, mientras no se rindiera por completo, había esperanza.
La esperanza
El camino por delante sería duro, lleno de obstáculos y tentaciones. Pero había aprendido que la verdadera fuerza no reside en no caer nunca, sino en la capacidad de levantarse, de seguir adelante incluso cuando todo parece perdido.
Y mientras se preparaba para enfrentarse a un nuevo día, Clara decidió que, aunque no pudiera rescatar lo perdido, podía luchar por lo que aún tenía, por el futuro que todavía podía construir. Porque, en su lucha constante, encontraba la chispa de vida que la empujaba a seguir adelante, se decía “solo necesito un paso a la vez”.
© copyrigth | José Luis Vaquero.
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