Le cantaba a la luna, le hablaba, le contaba sus penas, se reía con ella y, con el cuarto menguante, le lloraba sus penas.
La llamaban loca, le decían rara, parecía que caminaba entre sombras. No comprendían que ella era de luna, y la luna era su dueña, y solo a ella le mostraba quién era.
Creo que en la Edad Media las llamaban brujas, pero ella era feliz así, a su manera, y no desesperaba que mentes menguantes la entendieran.
© copyright | José Luis Vaquero.