RELATO CORTO: «Bajo las alas del roble»
El roble era un gigante de raíces profundas y ramas que susurraban secretos al viento.
Ellos se mecían en los columpios, suspendidos como dos cometas a punto de desamarrarse. Cada impulso los acercaba al cielo, pero sus pies siempre regresaban a la tierra.
—Si tienes alas, ¿por qué no vuelas? —preguntó él, mirando sus manos vacías que agarraban las cadenas oxidadas.
Ella balanceó las piernas con fuerza. El viento le mordía los tobillos desnudos.
—Dame tiempo. Estoy aprendiendo… a vivir antes de volar —dijo, mientras una bandada de gorriones se posaba en el roble. Las hojas temblaron, como si el árbol contuviera la respiración.
Él lanzó una risa cortante, que se mezcló con los gritos de los niños jugando al escondite.
—¿A vivir? ¿No es lo mismo para todos?
Ella cerró los ojos. En su mente, las alas eran cicatrices que le atravesaban la espalda: pesadas, imperfectas.
—No todo el mundo entiende cómo se doblan las emociones —susurró—. A veces, la vida nos mutila… y no hay palabras para explicar el dolor que no sangra.
El columpio de él chirrió al frenar bruscamente. Los cuervos graznaron desde lo alto, como un coro de reproches.
—¿Y por eso cancelaste aquella conversación? ¿Porque creíste que no lo entendería?
Ella dejó de mecerse. El silencio creció entre ellos, denso.
—Estuvimos cerca —murmuró—. Tan cerca que casi tocamos la misma verdad. Pero cuando vi que mis heridas te parecían sombras sin forma… me solté.
Una hoja seca cayó sobre su regazo. Alrededor, el parque seguía su ritmo: madres reían, un perro perseguía una pelota, los pájaros inclinaban la cabeza.
—¿Y qué soy ahora? ¿Un cobarde? ¿Una loca? —preguntó ella, más al roble que a él.
El árbol crujió. De sus ramas partió una paloma, alzando vuelo hacia el poniente.
—Eres alguien que prefirió soltar mis manos antes que mentirse —respondió él, levantándose del columpio.
Cuando se alejó, las cadenas de su asiento vacío siguieron balanceándose, golpeando el aire como un metrónomo roto.
Ella respiró hondo. Bajo el roble, los pájaros dispersaron sus alas en un murmullo de plumas. Y en su mente parecio escuchar al búho parado en una de las ramas «no te lances al vacio hasta que no estes preparada para hacerlo»
©Jose Luis Vaquero
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