«Lo que Callamos siempre encuentra la forma de salir»
María y Javier se sentaron frente a frente en la mesa del comedor, como lo hacían todas las noches.
El sonido de los cubiertos chocando contra los platos era el único que rompía el silencio. No había palabras, solo miradas que se cruzaban brevemente antes de desviarse, como si el contacto visual fuera demasiado peligroso.
Había algo entre ellos, algo que no se nombraba pero que pesaba más que cualquier palabra. Era como una sombra que se movía en las esquinas de la habitación, invisible pero siempre presente.
A veces, María intentaba romper el hielo con un comentario trivial, pero Javier solo asentía con la cabeza, sin mirarla, como si sus palabras se perdieran en un vacío que ninguno de los dos quería explorar.
Los días pasaban, y lo no dicho crecía. Se manifestaba en los suspiros ahogados de María cuando Javier llegaba tarde del trabajo, en las miradas evitadas durante las cenas silenciosas, en las ausencias que gritaban cada vez que uno de ellos salía de la habitación sin explicación.
Era como si el aire estuviera cargado de preguntas sin respuesta, de emociones reprimidas que buscaban una salida.
Una noche, después de semanas de silencio, María no pudo más. Dejó el tenedor sobre la mesa con un golpe seco y miró a Javier directamente a los ojos.
—¿Cuánto más vamos a seguir así? —preguntó, con una voz que temblaba entre la rabia y la tristeza.
Javier la miró, sorprendido, como si no esperara que ella fuera capaz de romper el pacto de silencio que ambos habían mantenido.
Pero en lugar de responder, bajó la mirada y se limitó a mover los hombros, como si no supiera qué decir.
—No puedes seguir evitándome —continuó María, con lágrimas en los ojos—. No puedes seguir evitando esto. Lo que no decimos nos está destruyendo.
Javier respiró hondo y finalmente levantó la mirada. En sus ojos, María vio algo que no había visto en mucho tiempo: vulnerabilidad.
—Tienes razón —dijo, con una voz que apenas era un susurro—. Pero tengo miedo, María. Miedo de que si hablamos, todo se rompa.
María lo miró, sintiendo que el peso de lo no dicho empezaba a levantarse.
—Ya se está rompiendo —respondió—. Pero tal vez, si hablamos, podamos reconstruirlo.
Y así, en medio de la noche, con las palabras finalmente saliendo a la luz, María y Javier comenzaron a enfrentar lo que habían estado evitando.
Porque lo no dicho siempre encuentra una forma de salir, ya sea en suspiros ahogados, miradas evitadas o ausencias que gritan.
Y a veces, solo a veces, enfrentarlo es la única manera de sanar.
©Jose Luis Vaquero