Eres mi viaje sin retorno, mi laberinto de emociones donde quiero perderme contigo y no encontrar la salida…
En el corazón de la ciudad, entre los edificios de acero y cristal, se encontraba un laberinto oculto. Un laberinto de calles estrechas y sinuosas, de callejones oscuros y olvidados. Un laberinto donde el tiempo parecía detenerse y el mundo exterio simplemente no existia, se desvanecía.
Era allí donde me perdía, donde buscaba perderme. En ese laberinto de sombras y silencios, encontraba un refugio del caos y la prisa de la vida de mi vida. Allí, podía dejar atrás mis preocupaciones y mis responsabilidades, mis miedos, mis tristezas y simplemente perderme en el momento presente de ese momento en mi mente.
Caminaba sin rumbo, siguiendo los caprichos de mis pasos. Me dejaba llevar por la intuición quizas de mis fracasos, dejándome sorprender por cada rincón oculto, cada pasaje inesperado. Me perdía en el juego de luces y sombras, en el eco de mis pasos resonando en los callejones vacíos.
Y entonces, un día, me encontré contigo. En un callejón apartado, bajo la luz de la luna, nuestros ojos se cruzaron y el tiempo se detuvo por fortuna. Fue como si hubiera encontrado mi destino, como si hubiera encontrado la pieza que faltaba en mi rompecabezas, entre mis silencios lugubres ahogados.
Desde ese día, el laberinto cobró un nuevo significado para mí. Ya no era solo un lugar para perderme, sino un lugar para encontrarte. Un lugar donde podía perderme en tus ojos, en tu sonrisa, en tu voz, en cada uno de tus abrazos que sin atar me llenaban de fuerza, me alejaban de mis fracasos.
Caminábamos juntos por el laberinto, descubriendo nuevos rincones, compartiendo secretos llenandonos de ilusiones. Nos perdíamos juntos, pero nunca nos sentíamos perdidos. Sabíamos que siempre nos encontraríamos, porque parecia que estábamos predestinados.
El laberinto se convirtió en nuestro refugio, nuestro mundo secreto, nuestro universo repleto de emociones. Allí, podíamos ser nosotros mismos, sin máscaras ni pretensiones. Allí, podíamos amar sin miedo, sin reservas ser nosotros mismos sin caretas.
Y así, el laberinto se convirtió en nuestro viaje sin retorno. Un viaje hacia el amor, las emociones y la conexión, hacia la felicidad de la comprensión. Un viaje donde nos perdimos para encontrarnos, donde nos encontramos para amarnos, para quedar atrapados en nuestro laberinto emocional.
Por eso desde entonces… Eres mi viaje sin retorno, mi laberinto de emociones donde quiero perderme contigo y no encontrar la salida… Nunca Jamas!!!.
© copyrigth: Jose Luis Vaquero