Siempre supe que era cuestión de tiempo naufragar en tu mar. Y es complicado. No dejase arrastrar por la corriente. Del vacío de tu mente. Cuando empieza a divagar.
Y es que… Siempre lo supe. Era como una profecía que resonaba en lo más profundo de mi. Naufragar en su mar era cuestión de tiempo. Y ahora, aquí estaba, a la deriva en una inmensidad líquida y oscura, sin más brújula que la incertidumbre.
Su mar era un lugar extraño, un laberinto de emociones turbulentas y pensamientos errantes. Pero tambien… Era un lugar hermoso, sí, y a la vez peligroso. Un lugar donde era fácil perderse, donde las corrientes podían arrastrarte hacia abismos insondables. Y yo, con mi fragilidad, era un barco pequeño a merced de esa tormenta de cada una de sus tormentas desde su interior.
Al principio, me resistí. Intenté nadar contra corriente, aferrarme a los restos de mi cordura. Pero era inútil. La fuerza de su mar era demasiado poderosa y a la vez oscura. Me sumergía una y otra vez, dejándome llevar por la vorágine del destino, sin causa con desatino.
En esos momentos de oscuridad, donde mi mente divagaba sin rumbo. Pensamientos negativos se agolpaban en mi, como algas venenosas que me envolvían y asfixiaban empujandome hacia lo mas produndo de ti. Y… El vacío se hacía cada vez más grande, e insondeable hasta sentirme cobarde por no ser capaz de decidir.
Pero, algo cambió. En el fondo de ese mar oscuro, encontré un pequeño rayo de luz. Una esperanza tenue, pero suficiente para aferrarme a ella. Recordé las palabras de un viejo amigo: “Sé diferente y no dejes que te arrastre la corriente”. Y en ese momento, decidí luchar.
Empecé a construir mi propio salvavidas, pieza a pieza, pensamiento a pensamiento. Con cada pensamiento positivo, cada pequeña victoria, mi embarcación se hacía más fuerte. Aprendí a respirar bajo el agua, a encontrar la calma en medio de la tormenta a ser yo.
El camino fue largo y difícil, pero finalmente logré salir a flote. No sin secuelas, cone sas eridas que aun marcan mi piel. Llevaba las marcas de la batalla, cicatrices invisibles que me recordaban todo lo que había pasado. Pero también llevaba conmigo una nueva fuerza, una nueva mi propia fuerza ser capaz de ser quien quiero ser.
Lo sé… Había naufragado en su mar, en muchas de sus tormentas y en esa ocuridad perpetua del vacio de su piel, pero había sobrevivido. Y al hacerlo, había descubierto una parte de mí misma que nunca antes había conocido. Una parte más fuerte, resisitente donde no cabía la rendición.
Y así, con el corazón lleno de cicatrices y esperanza, continué mi viaje. Sabiendo que siempre podría volver a ese mar, pero también sabiendo que ya no era el mismo barco frágil de antes aquel que zozobrara de forma constante en su mar.
© copyrigth: Jose Luis Vaquero