Dolerá, dolerá y dolerá: Una danza entre el dolor y la esperanza
Un torbellino de emociones me invade mientras contemplo el horizonte incierto. La frase “Dolerá, dolerá y dolerá” resuena en mi mente como un mantra, un presagio de las dificultades que se avecinan.
El dolor se presenta como una sombra, acechando cada paso que doy. Sé que me alcanzará, que se adentrará en mi ser y me hará sentir su crueldad.
La incertidumbre me tortura, imaginando las formas en que el dolor se manifestará: una enfermedad, una pérdida, una decepción.
Miedo a la Oscuridad.
Sin embargo, en medio de la oscuridad, una pequeña luz se mantiene viva. Es la luz de la esperanza, un susurro que me recuerda que no estoy solo, que la vida no termina aquí.
La esperanza me impulsa a seguir adelante, a prepararme para la batalla que se avecina. Sé que el dolor será intenso. Me hará llorar, me hará gritar, me hará cuestionar todo lo que creo.
Pero también sé que no me vencerá. He aprendido a bailar con el dolor, a convertirlo en una parte de mí sin que me defina.
La Danza Imposible.
En la danza del dolor y la esperanza, hay momentos de tregua. Momentos de paz y serenidad en los que puedo apreciar la belleza de la vida. Son esos momentos los que me dan la fuerza para seguir adelante, para enfrentar la próxima ola de dolor con valentía y determinación.
No sé qué me deparará el futuro. No sé qué forma tomará el dolor, ni cuánto tiempo durará. Pero estoy seguro de que la esperanza me acompañará en cada paso del camino. La esperanza me dará la fuerza para superar las dificultades, para convertir el dolor en sabiduría y crecimiento.
La vida es una danza compleja, llena de altibajos, de alegría y tristeza, de dolor y esperanza. En esta danza, aprendemos a ser fuertes, a ser resilientes, a ser compasivos. Aprendemos a apreciar la belleza de la vida, incluso en los momentos más difíciles.
La Esperanza.
Dolerá, dolerá y dolerá. Pero la esperanza me recuerda que el dolor no es eterno. La esperanza me impulsa a seguir bailando, a seguir viviendo, a seguir amando. La esperanza me da la certeza de que después de la tormenta, siempre llega la calma.
Y cuando el dolor finalmente se disipe, me habré convertido en una persona más fuerte, más sabia, más compasiva. Habré aprendido a bailar con el dolor, a convertirlo en una parte de mí sin que me defina. Habré aprendido a vivir la vida con plenitud, apreciando cada momento como un regalo invaluable.
Sé, que, Dolerá, Dolerá y Dolerá, Pero un Día Dejará de Hacerlo.
© copyrigth | Jose Luis Vaquero
[…] la idea de que, aunque quisiera olvidar ciertos aspectos de su experiencia —como las ausencias, los silencios, y los momentos que quedaron incompletos— hay algo que permanece inamovible: la memoria de una […]
Si,cada día duele menos y espero que un día no duela.