Lo liviano, no es vacío, sino el arte de flotar sin desaparecer, de ser libre sin ser indiferente, de dejar huellas sin lastimar….
RRELATO: «Lo Liviano la Danza Entre el Vuelo y la Raíz»
A veces, la vida se siente, tiene la apariencia de un globo que se escapa de tus manos. Lo miras subir, cada vez más y más alto, hasta que se pierde en el cielo.
Es hermoso, sí, pero también duele. Porque si todo pesa tan poco, es tan leve, ¿qué nos sostiene?
Hay días en los que camino sintiendo mis raíces firmes, profundas, como un árbol capaz de resistir las tormentas.
Pero otros días, en cambio, me siento como una hoja de otoño, arrastrada por el viento sin rumbo fijo.
Entonces me pregunto: ¿ser liviano, o lo que es lo mismo no tener peso es ser libre? ¿O es solo una forma elegante de decir que vamos a la deriva?
Me aferré a cosas pesadas, en el pasado, creyendo que me darían estabilidad. Personas, lugares, recuerdos, promesas.
Pero con el tiempo, aprendí que no hay anclas que resistan el paso de los años. Y entendí que lo liviano no es lo mismo que el vacío.
Una pluma flota, sí, pero lo hace con gracia. No deja de ser pluma, aunque el viento la lleve y aparentemente la arrastre ¿o se deja llevar?.
Sin embargo, hay otra de ver lo leve, lo liviano, la que duele. La de aquellos que flotan sin peso, sin compromiso, sin raíces.
Esa falta de peso, de compromiso que deja ruinas a su paso, que entra en tu vida con la ligereza de quien no piensa quedarse.
Es fácil ser liviano cuando no se carga con el dolor del otro, cuando no se miden las palabras que pueden hundir al escucharlas, cuando no buscas responsabilidades.
No quiero ser como el viento que pasa y se olvida. No quiero ser una pluma errante que no sabe dónde caer.
Quiero ser leve sin ser indiferente, libre sin ser ausente. Quiero que mi falta de peso no lastime y que mi peso no ahogue.
Porque al final, no se trata de ser ligero o pesado, sino de encontrar el equilibrio entre el vuelo y la raíz.
De aprender a flotar sin desaparecer, a estar presente sin ser una carga. Y cuando alguien recuerde mi paso, quiero que no sea por el daño que dejé, sino por la huella que supo quedarse.
Porque la vida no es solo volar o echar raíces. Es la danza entre ambos, lo liviano que no lastima, la libertad que no abandona. Y en esa danza, encuentro mi lugar.
©Jose Luis Vaquero
Maravilloso