La rutina, como una sombra incesante, suele acechar algunos de mis días, envolviéndolos en una monotonía que poco a poco apaga la chispa de la emoción de la vida. Pero yo, como un ave fénix que resurge de sus cenizas, encuentro refugio en la rebeldía, en la dulce afrenta a lo convencional.
Y es así como, con un guiño cómplice a la soledad, me sumerjo en el oasis de placer que ofrece mi bañera. A veces, algunas veces me gusta serle infiel… y sin esperarlo, me sumerjo en la bañera, donde el agua tibia acaricia cada centímetro de mi piel.
Sumergida en el agua, como si se tratara de un manto de seda, abraza cada centímetro de mi piel, acariciando con suavidad cada curva, cada pliegue, cada detalle de mi cuerpo sin excepción. Y centro la presión del chorro donde más hace latir “mi corazón”.
Cierro los ojos, entregándome por completo a la danza a las tormentas locas de las sensaciones. Mis manos, cual exploradoras ávidas de nuevos territorios, se deslizan por mi cuerpo, recorriendo cada rincón con la delicadeza de un amante experimentado que sabe lo que hace sin necesitar mapa ni guía.
En ese tiempo íntimo, donde solo habito yo y el vapor que sube en el aire, me convierto en la dueña absoluta, reina y señora de mi placer. El aroma del jabón se mezcla con los suspiros que se escapan, creando una sinfonía de aromas que embriaga mis sentidos, haciendo latir más de prisa y más fuerte mi corazón.
En ese instante de soledad, me encuentro a mí misma, a mi esencia más pura. Descubro una sensualidad que no necesita de miradas externas, ni manos blandas ni duras, solo de la caricia de mi propia piel y el latir de mi corazón al unísono del son de mi tiempo, de mi propia canción.
Es un éxtasis íntimo y personal, un encuentro conmigo misma que me llena de plenitud y me recuerda que la verdadera pasión reside en el interior, en la conexión profunda con uno mismo. Y lo demás está muy bien, pero si no te importa primero, estoy yo.
Al salir de la bañera, renacida, revitalizada, aturdida, soñolienta, me siento lista para enfrentar nuevamente la rutina sin pereza. Pero ahora lo hago con una sonrisa pícara, sabiendo que en cualquier momento puedo escapar a ese oasis de placer que he creado, donde solo yo soy la dueña de mi deseo.
A veces, algunas veces me gusta serle infiel a la rutina y a el…
© copyright | José Luis Vaquero.
Lo describes exactamente como es
En esos momentos soy la dueña de mi deseo…haciéndolo conozco mi cuerpo y mi placer y así se lo puedo transmitir a él,si no sabes lo que te gusta ,tu pareja no lo sabrá y en esa complicidad contigo misma descubres lugares ocultos que nadie ha descubierto antes y es genial lo que sientes….ya en otro momento compartirás el placer,pero esos momentos son sólo tuyos.