Cuando soltar el miedo deja espacio para que los sueños avancen
A veces no es que falten sueños.
Lo que sobra es miedo.
Miedo a perder lo que conocemos, incluso cuando ya no nos hace bien.
Miedo a cambiar, porque cambiar implica aceptar que algo termina.
Miedo a no encajar más en lugares que durante mucho tiempo parecieron seguros.
Ese tipo de miedo no siempre se nota.
No hace ruido.
No avisa.
Simplemente se queda.
Cuando el miedo ocupa demasiado espacio
El problema no es tener miedo.
El problema es cuando el miedo ocupa todo el espacio interior.
Cuando eso ocurre, los sueños se quedan quietos.
No desaparecen.
No se rompen.
Se quedan en pausa.
No porque no quieran avanzar, sino porque algo los está reteniendo.
Y muchas veces no sabemos qué es. Solo sentimos que todo cuesta más.
Soltar no es valentía inmediata
Solemos pensar que soltar el miedo debería sentirse como un acto valiente, rápido y definitivo. Como una decisión firme que lo cambia todo de golpe. Pero en la vida real no funciona así.
Soltar no suele ser un gesto heroico.
Es más bien un permiso.
Un gesto pequeño y silencioso que dice:
ya no necesito controlarlo todo para sentirme a salvo.
Eso no elimina el miedo de inmediato, pero abre una grieta.
Y por esa grieta empieza a entrar aire.
El espacio lo cambia todo
Cuando el miedo se afloja, aunque sea un poco, algo se mueve.
La mente se aclara.
Los pensamientos dejan de chocar entre sí.
El cuerpo respira de otra manera.
No aparece la euforia.
Aparece el espacio.
Y ese espacio es importante, porque los sueños no necesitan empujones constantes. No crecen bien bajo presión ni bajo miedo sostenido. Los sueños necesitan aire, margen y calma para recordar hacia dónde iban.
Ahí empieza el vuelo
Dejar ir no es rendirse.
Es un acto de claridad emocional.
Es entender que aferrarse a lo que ya no protege no es estabilidad, sino desgaste. Y que muchas veces el verdadero crecimiento personal empieza cuando dejamos de sujetar aquello que nos mantiene pequeños.
Ahí empieza el vuelo.
No como una huida.
No como una promesa grandiosa.
Empieza como un movimiento consciente, sencillo y honesto hacia lo desconocido.
Y a veces, eso es más que suficiente.
©Jose Luis Vaquero.







