Es probable que desde pequeño te enseñaran a silenciar tus emociones.
Quizás te dijeron que las lágrimas hay que reprimirlas, contenerlas, cuando sientes dentro de ti que eso no te hará bien, por lo que comenzamos a distanciarnos y si nos preguntan nos forzamos a no decir la verdad, sintiendo que podríamos ser rechazados por los demás y esa sensación de posible rechazo nos amarga, nos aleja y duele.
La desconfianza, la lejanía, el miedo comienza a instalarse en nuestra mente, en nuestra conducta, en forma de muro para nuestras emociones y sentimientos, para que estos no sean visibles a los ojos de los demás.
La realidad es que casi todo, la vida en si misma es conductual, por lo que absorbemos las enseñanzas, aunque estas nos sean las correctas, no solo en casa, en la escuela, en el trabajo y normalmente casi en cualquier ámbito social.
Porque la rabia, la ira e incluso la tristeza son emociones negativas que nos han enseñado a evitar, a contener, a no mostrar, porque de algún modo nos han hecho creer que mostrarla nos dejaría en evidencia, proyectaría una imagen de nosotros mismos como que somos incapaces de controlarnos o serian signos de debilidad.
Pero lo curioso también es que, nos enseñaron que mostrarnos abiertamente, cuando queremos dar un abrazo o decir te quiero, te amo, te extraño, son formas de mostrar nuestra debilidad, cuando en realidad es todo lo contrario, muestra nuestra fortaleza emocional.
Pero nos enseñaron a silenciarlas aunque son emociones muy positivas. No se si por los miedos que arrastramos, por esas conductas aprendidas desde nuestra infancia, por esa sensación de vergüenza al mostrarlas que se han instalado en nosotros y que nos persiguen a todas partes de una forma tan inútil.
La verdad es que hacer todo esto, mantener ese tipo de actitud frente a las emociones y los sentimientos, es ir en contra de nuestra naturaleza que es eminentemente emocional. Por mucho que tratemos de silenciar nuestras emociones siempre van a estar ahí, presentes en nosotros, en nuestra forma de relacionarnos con los demás y a cualquier escala y grado.
Puedes intentar forzarte, reprimirte todo lo que quieras, pero mas pronto que tarde tu cuerpo reaccionara. Las lágrimas, las palabras que te empeñas en contener, tarde o temprano de alguna forma, de algún modo aflorarán en tu conducta y no podrás hacer nada por evitarlo si no todo lo contrario no sera una simple tormenta se convertirá en un huracán.
Si te empeñas en utilizar tu cuerpo como un recipiente vacío en el cual pones todo lo que sientes, lo que aguantas, lo que te hace mal, pero que te niegas a expresar, sucederá lo inevitable: un día cualquiera no serás capaz de explicarte por qué físicamente te encuentras mal.
Ni el por qué de tu ansiedad, quizás el porqué de tu depresión, por qué duermo tan mal, por qué no me siento a gusto conmigo misma/o, sin ilusión sin ganas de hacer cosas como lo hacías antes.
La realidad es que todo eso son las señales que tu cuerpo te esta enviando para hacerte ver que tienes que tomar decisiones que algo va mal.
Porque tienes que aprender que silenciar nuestras emociones tiene un precio y este se llama enfermedad.
Mira dentro de ti, cambia lo que tengas que cambiar, trabaja tu asertividad, desaprende si es necesario, aprende a decir no o basta, ya por aquí, por allí no quiero pasar.
Piensa que no solo son emociones contenidas es salud mental.
© copyright | José Luis Vaquero
No hay que guardarse las emociones,pueden hacerte estallar con quién no debes y puede afectar a tu vida en general,en el trabajo,con tu pareja…
Las emociones hay que soltarlas