Dice el saber popular, ese que Diango llevo a una de sus canciones “Pero es mejor querer y después perder que nunca haber querido” y nada es más cierto.
Pierde quien no sabe recibir amor, pues nadie pierde por amar.
Lo que más nos realza y engrandece como persona es la capacidad de dar amor y quien no es capaz de cuidar ese gran regalo que se llama amar es quien verdaderamente pierde.
Siempre ha sido y será el peor de los males no saber amar, eso que tantos ríos de tinta y de palabras llenan nuestros libros desde la más remota antigüedad.
El cerebro humano (y esto conviene recordarlo) no esta preparado para la pérdida, en general, estas nos superan, nos paralizan durante algún tiempo y en función de cada persona ese tiempo de “duelo” puede variar.
Alguien dijo una vez “El amor no tiene cura, pero es la cura de todos los males”
Genéticamente estamos condicionados, programados, para conectar con todo lo que nos rodea y por tanto también con otras personas. Estamos destinados a crear vínculos y lazos emocionales, que nos servirán sobre todo para tener esa sensación de seguridad con la que convivir cada día y tan necesaria para nutrir nuestra autoestima.
Esta es la base que nos ha hecho sobrevivir hasta el día de hoy, conectando. Por ello un mal entendido puede ser interpretado como una posible pérdida o alejamiento, lo cual hace que salten todas las alarmas en un instante en nuestro cerebro.
El aspecto quizás mas complejo es el relacionado con las relaciones afectivas y como afrontamos en este ámbito la ruptura.
Es normal sentir dolor por la falta de la persona amada. El cerebro lo interpreta como una perdida. Es una sensación de vacío al dar por perdido todas las esperanzas, afectos, emociones y posiblemente los proyectos de vida.
¿Cómo volver amar después de amar si apenas solo queda en nosotros polvo en el viento por un mal recuerdo?
Y nos preguntamos ¿Qué es mejor? ¿evitar amar o darnos de nuevo?
Hay que partir de la realidad, tenemos que aceptar como principio que todos y cada uno de nosotros somos un delicado y caótico universo de historias vividas, muchas veces de miedos ocultos, soterradas amarguras, dudas…
Lo ideal para comenzar una nueva relación (nadie lo hacemos) recoger todas las experiencias vividas pasadas y enviarlas a la maquina de reciclaje; pero es imposible nadie puede comenzar de “cero”.
Todo se queda ahí y en función de cómo hallamos gestionado nuestras tormentas o nuestros momentos felices, en lo emocional, incidirá de alguna manera en nuestra forma de madurar.
La realidad en que los hechos vividos en propia piel, una amarga traición o simplemente darse cuenta que el amor se ha disipado en el corazón del otro cambiara mucho el modo en el que vivamos esa perdida.
Encerrarse en las experiencias vividas, en los recuerdos, en las ilusiones perdidas, si no tenemos un resto de confianza en si mismos puede cambiar de forma drástica nuestra forma de ver las cosas, incluso nuestra personalidad.
Hay quien se vuelve desconfiado, quien desarrolla una muralla para imbuirse en el aislamiento del autosufrimiento, repitiéndose mil frases de negaciones y porques que no llevan a ningún lado. Pero necesitamos alejarnos de esos procesos de autodestruccion.
No hay porqué arrepentirnos de haber amado, de habernos dado y con ello habernos arriesgado por otra persona, pues su significado es que eso es lo que nos define como seres humanos.
Si renunciamos a amar en el sentido más amplio de la palabra, estaríamos renunciando también a quizás la parte más hermosa de nosotros mismos.
Se perdió el amor, como sanar.
Sea como sea el carácter de la ruptura, es necesario encontrar el antídoto para cauterizar las heridas emocionales recibidas.
Ningún tipo de fracaso de cualquier ámbito, debe conllevar, vetar nuestras oportunidades de realizarnos como personas y ser felices.
Digamos un rotundo NO, a ser esclavos de lo pasado, de vivir en un constante sin vivir y eternos cautivos del sufrimiento, hasta el agotamiento, porque debemos recordar que amar nunca es sinónimo de sufrir.
Una retirada a tiempo puede salvarnos de situaciones muy complejas a todos los niveles, mejor un adiós valiente que aceptar una guerra donde aun ganando siempre se pierde.
Recuerda que el amor para que valga la pena, se ha de conjugar con la palabra felicidad.
© copyrigth | José Luis Vaquero
Editado por: Salfueradeti.com
Dentro de tí está la opción de amar o la de no amar ..
A mi me nace amar y entregarme,aunque pierda y me cueste sufrir,siempre ganaré el tiempo que he amado…
Después tienes miedo de comenzar otra relación,tienes dudas,comparas sin querer,no te atreves a dar el paso para que no te vuelvan a hacer daño,pero ante tantas muestras de amor de la otra persona,te da tanto sin pedirlo,tiene tantos detalles sencillos ,de esos que a mí me gustan,que te rindes de nuevo al amor,y a veces sale bien.