Ella aprendió a vivir sin amor y no necesitó del viento para desplegar sus velas y navegar por cualquier mar, mar adentro.
Descubrió que no tenía prisa por llegar a ningún puerto, ni miedo a las tormentas, ni a los abismos, ni a los demonios, ni a los propios infiernos, porque el invierno es quedarse en ese lugar que no es para ti, donde no hay respeto, solo dolor, tiempo perdido y falta de ilusión, esa que se pierde en cada silencio.
Y ella le dijo al amor: no se si… puedo vivir sin ti, pero estoy aprendiendo.
© copyrigth | José Luis Vaquero.