«El Catálogo de los Espejismos»
Al principio, tu singularidad brillaba como un faro en mi noche.
Me hipnotizaba el modo en que tu risa dibujaba constelaciones diferentes en el aire, cómo tus contradicciones formaban un rompecabezas que creí poder resolver.
Eras mi error favorito, el que coleccionaría con orgullo en mi galería de equivocaciones gloriosas.
Pero… Cuanto más te idealicé, más ordinario te volviste.
Mi lista de malas elecciones crecía como un tumor benigno. Cada nombre era un capítulo de un manual que nunca aprendía a leer:
El poeta que solo sabía rimar «amor» con «dolor». La bailarina que olvidó cómo moverse al compás de otro. Y ahora tú, el espejismo más convincente.
Tus promesas fuegos artificiales mojados. Ruido para tan poca luz.
Eres como esos cuadros comprados en subasta que, al llegar a casa, revelan su verdadera naturaleza de reproducción barata.
El universo juega conmigo al ajedrez emocional, moviendo piezas que parecen reinas pero que al cuarto movimiento demuestran ser peones disfrazados.
Yo, eterno perdedor, sigo creyendo que la próxima partida será diferente. Y… Busco estabilidad en rostros que solo saben ser olas.
Ahora entiendo que no fuiste un castigo cósmico, sino otra prueba fallida en mi laboratorio del corazón.
El premio nunca estuvo en llegar a ti, sino en aprender a reconocer el sabor del engaño antes de tragarlo entero.
Ahora estoy convencido… Mi lista no es de errores, sino de lecciones que prefiero disfrazar de mala suerte.
©Jose Luis Vaquero.
[…] sino en el miedo a mirarte a la cara y reflejarme en tus ojos – esos que guardan todas las versiones de mí que he abandonado por el […]
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