Por esta vez,
déjame intentar
no intentarlo.
Quizás no pueda ser
pero de ese modo,
tal vez,
pueda llegar a suceder.
Aquello que ambos quisimos y
que se quedó por el camino
a pesar de la fresca ternura
que emanaba de nuestra piel.
En la poesía de la realidad, ciertas verdades resplandecen como el viento y el agua. Así como el viento sopla incesante, la verdad fluye en la vida, inmutable e inquebrantable. La analogía del viento refleja la persistencia de lo cierto, siempre presente, aunque no siempre es visible. Dejamé intentar no intentarlo, la dualidad de la posibilidad.
El agua, con su transparencia cristalina, es un reflejo de la claridad en la verdad. Al igual que el agua revela lo que yace bajo su superficie, la verdad se manifiesta con pureza y sin velos. Esta comparación nos invita a reconocer que, al igual que el agua siempre encuentra su camino, la verdad se abre paso con determinación.
Estas analogías naturales nos enseñan que, al igual que el viento y el agua, las verdades fundamentales de la vida persisten y se revelan con claridad. En un mundo a menudo turbulento, recordar la certeza del viento y la transparencia del agua nos guía hacia la autenticidad y la comprensión profunda. Como la brisa que acaricia la piel y el arroyo que fluye sereno, las verdades inquebrantables nos envuelven y nos guían hacia una comprensión más profunda de la realidad que nos rodea.
No sé si me entenderás, pero permíteme intentar no intentarlo… ¿Me lo permitirás?
© copyright | José Luis Vaquero