Aprendi que Algunas Despedidas se Dicen sin Palabras…
Se miraron a los ojos por última vez. No hacía falta ninguna explicación, ninguna promesa rota.
El silencio que los envolvía era más elocuente que cualquier discurso. En ese instante, comprendieron que algunas despedidas se dicen sin palabras.
Lo que habia en mi en ese duro momento…
Recuerdo el sabor salado de las lágrimas mezclado con el aroma de las flores marchitas. Era una tarde de otoño, el viento susurraba secretos al oído de los árboles desnudos y yo, aferrada a un puñado de recuerdos, me despedía de lo que alguna vez fue.
En ese instante, comprendí que las palabras a veces son insuficientes para expresar la profundidad de un adiós. Aprendí que algunas despedidas se dicen sin palabras… Si, sin palabras.
Palabras…. Esas que tantas veces son innecesarias que lo fastidian todo que se interpretan como no han sido dichas que levantan ampollas y te dejan sin recursos ante la avalancha incomprendida de las respuestas inadecuadas.
No terminó bien, claro que no terminó bien, entre otras cosas porque yo no quería terminar y quiero pensar que incluso ni él…
Pero sucede y en ese momento se te reseca la boca, la lengua se te vuelve inoperante, basta, el calor se te sube a la cabeza y se te agrieta el alma, al ver el precipicio que se abre ante ti, que te empuja a mirar abajo llena de miedo pero sin poder evitarlo tanto que casi te arrastra.
Y acepté, que algunas despedidas se dicen sin palabras… Si, sin palabras.