Pero…¿Existo por existir?Me pregunto, y esa frase golpea con fuerza mi pensamiento mientras observo desde mi ventana cómo cae la lluvia con su lento compás, como ritmo trenzado en una canciónde jazz. Tras el cristal, observo la mañana con esa triste melancolía que la envuelve, y persigo cada hoja en su lento vaivén al caer al suelo, mimada por el viento, y me hace soñar despierto.
Me dejo llevar en ese lánguido adormecer viéndola aterrizar con suavidad como caricia de amantes en el lecho. Al caer la tarde, me dejo arrastrar con cada uno de mis pensamientos, aquellos que ayer me mantuvieron preso al no tener la certeza ni saber comprender qué sucede en mí cuando no te tengo. Eres mi adicción; he vuelto a recaer en ti, lo siento, pero eres también ese trozo de esperanza y vida que perdí por no estar a la altura ni saber comprender lo que necesitabas tú en ese momento.
Caminé por la senda de las palabras muertas, esas que se dicen sin sentido solo para obtener una respuesta que al final acaba con uno mismo fuera de lugar. Has vuelto a mi pensamiento como vuelven las cigüeñas a las torres y a los conventos cada primavera. Así es como te tengo; eres el ciclo de mi orden, en no mirar para no ver lo que pasa fuera, y comprobar cómo aún me duele tu partida desde dentro.
Entiendo que te perdí sin haberte perdido porque aún sigues en mí viviendo. La tarde languidece y, aun sin saber por qué, en la misma esquina donde te encontré, sigo esperando que aparezca de nuevo. Desde entonces comprendí que existo por existir, porque vivir sin ti no puedo, y sigo queriendo morir en ti, aunque no muero.
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