«El Abismo que Inventó un Hogar»
Llegaste como los eclipses: sin aviso, pero con la exactitud de lo inevitable. No eras luz ni oscuridad, sino esa línea perfectamente imperfecta donde ambas dejan de tener sentido.
Al principio, creí que eras peligroso. Después entendí que eras algo peor: necesario.
Como el vértigo que sienten las alas justo antes de desplegarse. Como el silencio entre dos notas que convierte la música en arte.
Eras la grieta en el muro por donde entraba toda la luz, y también toda la tormenta.
Tus palabras no mentían cuando decían «quédate». Pero callaban que quedarse contigo significaba aprender a nadar en aguas demasiado profundas para los pulmones humanos.
—¿Por qué me miras así? —preguntabas, mientras tus ojos recitaban poemas que tus labios se negaban a traducir.
Y yo, tonto de mí, creí que podía habitarte sin ahogarme.
Ahora lo sé: Eres el incendio que se hace pasar por chimenea. La caída libre que se viste de nido. El «siempre» escrito en hielo bajo el sol de julio.
Y aún así… ¿Qué otra cosa podría hacer sino arder, caer y derretirme en ti?… Sin duda, eres… El Abismo que Inventó un Hogar: Cuando el Amor es Necesario
©Jose Luis Vaquero
[…] vivo no es lo mismo que vivir», susurraba, mientras las cicatrices de su piel—mapas de batallas perdidas—le recordaban que algunas […]